Capítulo 4.♥ La chica gafada que tuvo un golpe de suerte.


Enero: frío invernal. Cielo encapotado, posibilidad de lluvia.


Aquella tarde el frío gobernaba las calles y huía de las casas espantado por el calor de estas. Pero en una casa hacía más calor del debido y el amor pululaba por cada rincón que estaba frío para calentarlo.
Se oían falsos 'Te quiero's' en cada rincón, caricias en camas y sofás y lo que era aun peor, un chico tumbado haciendo el amor con la chica a la que, en realidad, no amaba.
*****
Holly salió del aeropuerto congelada por el poco frío que entraba por la puerta de salida. Sabía que no podía quedarse allí eternamente y sabía que Ethan no vendría a buscarla. Llegaba tarde, como cada Navidad (más bien, como después de cada Navidad). Salió a congelarse y a darse por vencida. Echó un último vistazo al aeropuerto, pensando en que quizás este año el impuntual y olvidadizo Ethan se pasaría por allí. Pero no hubo suerte. Nunca la había.
- ¿Me permite? -alguien cogió su maleta y la subió a un taxi-. Suba, por favor, hace un frío increíble.
Holly miró al hombre que la abrió la puerta. Era un hombre no muy anciano, pero tampoco muy joven. Llevaba una barba realmente larga y era algo gordo, pero era muy amable y su sonrisa hizo que Holly olvidara a Ethan por completo. Subió al taxi y vio que el 'joven anciano' la miraba por el retrovisor esperando alguna orden. Como vio que ella no contestaba, él tomó la iniciativa.
- Señorita, ¿a dónde la llevo?
- Sí, perdón. A Old Park Lane, Hotel The Metropolitan, 19. Gracias.
- Muchos datos. ¿Vive usted en un Hotel? -preguntó el 'joven anciano' con una voz agradable. Daba gusto escucharle. Holly cerró los ojos y pensó en lo que había dicho el hombre.
- No -o sí, no lo sabía bien-. Me alojo en el. Por ahora.
El hombre captó en Holly una mirada triste y decidió dejar el tema, pero también se dio cuenta de que Holly necesitaba alguien con quien hablar. Ajustó el retrovisor y la sonrió.
- ¿Vio la nevada de Diciembre, señorita? -dijo riendo-. Mi mujer y yo tenemos dos hijos. Ya son mayores. Una pena. Antes nevaba todos los años, ahora nieva muy poco. Es esta maldita contaminación...
- Perdone que le corte, pero ha dicho ¿esta maldita contaminación? No le entiendo, ¿usted está a favor o en contra de la contaminación?
- En contra, por supuesto.
- Entonces, si es así, ¿por qué es taxista? -Holly pensó detenidamente en lo que había dicho y se dio cuenta de que había herido los sentimientos del conductor-. Discúlpeme. Ser taxista me parece un trabajo muy digno.
- Cierto. Pero si dejo de ser taxista también dejaré de tener dinero, señorita.
Se acabó la conversación. Ninguno de los dos volvió ha hablar en todo el camino. Holly pensó en lo que dijo el hombre y en la nevada de Diciembre que ella no pudo ver. Le habría gustado. En todos sus años viviendo en Londres nunca había visto nevar. Siempre que se iba ocurría algo de lo que todo el mundo hablaba y recordaba con entusiasmo. Una vez llegó a creer que estaba gafada. No quería pensar en aquello, así que conecto a su móvil sus cascos rosas y se puso a escuchar a Coldplay. Se acordó de su madre y de los buenos momentos que vivió con ella. No se habían vuelto ha hablar desde que el hermano mayor de Holly falleció. Prefería no recordarlo por lo que comenzó a pensar en Kate, en Jake, en Sam...
Ethan.
Volvería a regañar a Ethan por no venir a buscarla para después poder besarle y perdonarle. Así era su vida continuamente. Se preguntaba como podía no aburrirse de tanto Ethan. Tal vez era porque realmente estaba enamorada o tal vez porque le daba miedo separarse de él y pensar en su posible soledad. El coche se paró en seco.
- Ya hemos llegado, señorita.
El conductor bajó del coche y cogió las maletas de Holly. Luego la ayudó a salir caballerosamente. El hombre se paró un segundo a mirar el hotel.
- No está tan mal como me lo había imaginado, señorita -se echó a reír.
- ¿Y cómo se lo había imaginado? ¿Cochambroso y en ruinas?
- Cochambroso no -se miraron fijamente como si algo les uniera, como si se hubiesen visto tiempo atrás y comenzaron a reírse-. Me parece, señorita, que usted ha sido mi mejor cliente.
- Por favor, deje de llamarme señorita, solo llámeme Holly. ¡Ah! Y muchísimas gracias, usted me parece...
- Arthur, señori... Holly.
- Entendido. Arthur, muchísimas gracias por su agradable compañía. Temía que mi estancia en Londres fuese a ir mal como otros años. Acabo de llegar y tengo la sensación de que será el mejor año de mi vida.
Y la verdad, es que Holly no iba mal encaminada.
 

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