Capítulo 3. ♥ El que 'anima' no es traidor.

Pasado.
*Estaba triste y nadie sabía por qué. Solo Ella, que lloraba mientras sujetaba una flor marchita. Era una orquidea, su preferida..
Llovía como nunca antes llovió, pero Ella acompañaba a la lluvia, ya que siempre le pareció que también lloraba. El frío la comía poco a poco y Ella no tenía un abrigo. Fue entonces cuando un joven se acercó a Ella con valentía y le puso su abrigo sobre los hombros. Después le ofreció una nueva orquídea de color fucsia.
No había ningún sentimiento en él que pudiera apreciarse a simple vista; de hecho, solo se veía su melena morena cubriéndole la cara. Miraba al suelo. Ella sintió algo extraño hacia él. No era compasión, ni pena, pero tampoco era afecto, ni amor. Se levantó del suelo con su nueva orquídea en la mano y paró de llorar. Él oyó el silencio de la chica y levantó la cabeza. Habló sin miedo:
- Es que odio ver a las chicas llorar -se excusó.
Tenía el pelo realmente largo y le tapaba la mitad de la cara. Se podía apreciar un atisbo de bondad en sus ojos almendrados. Sonreía tímidamente, sin enseñar los dientes. Su nariz era pequeña y graciosa. Por primera vez en esa tarde, Ella pudo sonreír.
- Espero que te... te gusten las orquídeas -él se rascaba la nuca mientras hablaba.
- Muchísimo.
- ¿Te importa si te pido un favor? -volvió a mirar al suelo, inseguro y avergonzado, como un niño pequeño.
- Adelante.
- Soy Sam y me gustaría saber el nombre de la chica a la que he conseguido hacer sonreír. Solo por si huyes y tengo que buscarte -rió mientras se apartaba el pelo de la cara.
- Holly -miró la flor-. Gracias.
- De nada. Son de mi floristería -señaló la esquina de la calle y allí estaba.
'My Beautiful Flower'. Holly pasó miles de veces delante de aquel lugar, pero nunca se le ocurrió entrar. Aquella era la ocasión perfecta.
A Holly no le importó que Sam la cogiese de la mano, de hecho, le gustó sentir el poco calor que podía ofrecer una mano. Él la llevó hasta la floristería y la hizo pasar. Holly quedó prendada del aroma de aquel lugar; de la vida que volaba por los rincones. Sam comenzó ha hablar:
- Amo las flores por encima de todo. Nunca están tristes, ni alegres. No sienten dolor. Cuido de ellas como ellas de mí. Siempre que un mal pensamiento cruza por mi cabeza recurro a mí jardín. Me hace olvidar las penas y me hace sonreír. Pensé que trayéndote aquí, tú sentirías lo mismo -cogió una regadera y la llenó de agua. Se paró a pensar un instante y se puso rojo-. Perdona, no suelo contar este tipo de cosas.
- Lo conseguiste de nuevo -dijo Holly.
- ¿El qué?
- Hacerme sonreír